El baloncesto nunca dejará de ser un deporte de altos y el equipo que presente mayor estatura llevará siempre las de ganar por una simple razón: cuando sus jugadores fallan en el lanzamiento cogen el rebote y vuelven a tirar; así hasta que meten el balón. Pues esto es, ni más ni menos, lo que pasó en el España-Rusia de ayer. Las rusas, rubísimas, altísimas, sumaron 14 puntos en rebotes que cogieron tras haber fallado sus tiros. Las nuestras, sólo seis. O sea, quitamos los puntos anotados gracias a esos rebotes ofensivos, cuyo mérito en capturarlos radica sólo ser más alta que la rival, y hubierámos ganado 50-46. Así de injusto es el baloncesto cuando los dos equipos presentan una diferencia importante de estatura.

Las rusas podían poner un quinteto de 1,97 de estatura media, con sus dos gigantes de más de dos metros; el nuestro, como máximo, podía llegar a 1,89. Esos ocho centímetros, más la envergadura de brazos, al final se nota y acaba decidiendo un partido. Y no es que las españolas se hayan quedado estancadas en su crecimiento, pero mujeres en edad de jugar al baloncesto y que midan más de 1,90 podemos tener aquí unos cientos. En Rusia, en cambio, con 150 millones de habitantes, se cuentan por miles. Y ya ven el resultado: su selección puede disponer de un quinteto cuya estatura media es superior a la de nuestras dos jugadoras más altas. Así ya se podrá. Pues fue lo que pasó, no que sean mejores. Ganar hubiera sido un milagro.

Juan Mora
(Diario AS)