Todavía no ha enmarcado Jordi Aragonés la medalla de oro que consiguió en el Campeonato de Europa con la selección femenina de de baloncesto. No tardará en hacerlo. La cinta comienza a deshilacharse. Poco aún es verdad, como también que la presea conserva su fulgor. El brillo del éxito, sin embargo, no es suficiente para que el preparador físico de aquel equipo tenga un hueco en algún club. Aragonés remató la pasada temporada su aventura en Cracovia tras cuatro años y ni tiene trabajo ni siquiera confía en que le aparezca algo. Ya en pleno septiembre, esa opción parece totalmente descartada. «Creo que este año lo pasaré por aquí», asegura.

Mínimos contactos

Apenas algún contacto con un equipo de LEB Oro, mínimo, pero la oferta que podía hacer el club en cuestión era ínfima. Al estilo de las que se están haciendo en realidad porque pese a que la acumulación de podios veraniegos pueda hacer pensar lo contrario, la crisis que atraviesa el baloncesto español es de órdago. Así la cosas, Aragonés tiene bastante claro que se tendrá que pasar la temporada en blanco. Le queda el comodín de la FEB, pero la federación no acostumbra a hacer pública la composición del cuerpo técnico de los distintos equipos prácticamente hasta que comienza a asomar el verano.

¿Cuáles son sus planes? Lógicamente, ampliar la formación, visitar a equipos cercanos de ACB o LEB para conocer los métodos de trabajo de otros colegas. Obtener el título de entrenador nacional, el único que le falta, es otra opción que baraja Aragonés que bien es verdad que hasta ahora había tenido bastante suerte en su vida deportiva puesto que comenzó en la campaña 1999-2000 con el Cortegada y tuvo siempre continuidad al más alto nivel.

Precisamente, regresar al que fue su club de origen no es algo que se plantee el preparador físico. El Cortegada se puso en contacto con él para expresar la voluntad del club de abrirle las puertas de la entidad pero Aragonés, que agradece notablemente el gesto, declinó la invitación