Es algo histórico, pero también una pena. Estas chicas pueden conseguir la primera medalla mundial en la historia del baloncesto femenino, pero no puedo evitar recordar la derrota ante Rusia. Fue un mazazo y nos colocó en el lado complicado del cuadro, con unas semifinales ante Estados Unidos, la gran favorita en este campeonato. Mientras, por el otro marchaban campantes dos selecciones como Bielorrusia o la República Checa, muy inferiores a nosotras. De todas formas, no se nos podía escapar otra oportunidad de meternos en semifinales y el viernes ya no nos jugábamos ese pase contra EE UU, Australia o Brasil, imbatible en su momento, sino ante una Francia cuya actitud no me gustó nada porque jugó un baloncesto rácano, intentó destrozar nuestro juego con faltas y no paró hasta lesionar a Lyttle. No hubiera sido un digno semifinalista y no lo fue.

Tras la victoria ante Francia hablé con las jugadoras y se lo confesé: "Sois unas privilegiadas porque habéis disputado el partido que todas hubiésemos querido" . Pase lo que pase, vuelvan con o sin medalla, tengo dos cosas claras. Me han hecho disfrutar y sufrir como nunca lo había hecho y voy a ser la primera que esté en Barajas para recibirlas porque este equipo me tiene enamorada. Las dos primeras fases mostraron el mejor baloncesto de todas y salieron con vida de cuartos gracias a su casta. Además, contamos con Amaya. He jugado mucho junto ella y la conozco bien. Nunca se va a esconder y en este Mundial tampoco lo ha hecho. Si no, no sería Amaya.

ELISABETH CEBRIÁN
as.com
foto: Reuters