La selección española ha competido hasta el final. Es la conclusión inmediata. Hemos jugado contra un buen equipo, hemos hecho todo lo que pudimos y hemos perdido de forma merecida. En general, Serbia ha dispuesto de más jugadores en vena de acierto que nosotros. Pese a todo, el choque se ha resuelto a cara o cruz. Ha acertado Teodosic como seguro que hubiera acertado Navarro si su base la hubiese fallado.

Antes de esos instantes decisivos han pasado muchas cosas. Nuestro lastre principal ha estado en la efectividad del rival desde el 6,25 y en nuestros problemas defensivos, sobre todo por parte de nuestros "cuatros". Savanovic y Velickovic nos han hecho mucho daño en momentos puntuales, con triples y penetraciones para doblar a sus compañeros. Ni Felipe ni Garbajosa han sido capaces de frenarlos. A partir de ahí nuestro rebote ha sufrido. Serbia tenía ventaja en altura en todas las posiciones, tanto interiores como exteriores.

España, pese a esos defectos y carencias, ha sabido seguir enganchada hasta forzar un final apretado. Me parece que octavos y cuartos son muy de jugadores. Les pertenecen. Y los serbios han tenido mayor acierto.

Y aunque el torneo continúa para España, que deberá luchar por el quinto puesto, también es posible extraer ya una conclusión profunda: sin nuestros mejores jugadores, esencialmente sin Pau, estamos por debajo de Estados Unidos y nuestro nivel se iguala al de otras cinco o seis selecciones. De esas, cualquiera nos puede ganar si no alcanzamos nuestro mejor juego. Ante Grecia se hizo un muy buen partido; ante Serbia, un buen partido y no llegó. Aunque nos habíamos acostumbrado, no siempre podemos estar en el cajón

MIGUEL MÉNDEZ // foto: Georgi Likovski
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