Amaya Valdemoro, triple campeona de la WNBA y máxima anotadora del actual Europeo de baloncesto, deslumbra de nuevo, "No tenemos miedo a nadie. Sabemos lo que hay. Para ganar el Campeonato de Europa tenemos que vencer a todos". Amaya Valdemoro, la estrella de la selección española de baloncesto, que ayer, tras vencer a Turquía (78-64), se enfrentará a Letonia en los cuartos de final, está segura de sí misma. Es la máxima anotadora del torneo, con una media de 24,8 puntos, y guarda en un cajón los tres anillos de oro y diamantes que la marcan como triple campeona de la WNBA, la Liga profesional estadounidense.
"Las jugadoras norteamericanas son superiores. Las blancas tenemos que mirar a otras cosas, como la calidad técnica", suele explicar Amaya Valdemoro. Pero a ella, de 29 años y que el próximo curso jugará en el Samara, ruso, le sobra calidad. Como a Marta Fernández, Anna Montañana y Laia Palau, sus compañeras en una selección que convierte los partidos en una carrera constante. Una potencia que ya ha derrotado a Rusia, la campeona, y que cuenta en su palmarés con un oro europeo, en 1993, y dos bronces, en 1999 y 2003. "Resultamos muy incómodas para nuestras rivales porque somos pequeñas, agresivas y rápidas. Pero tenemos que concentrarnos en el rebote para lanzar el contraataque", desgrana. El problema: "Los centímetros. Las aleros checas miden más de 1,90 metros; sus pívots, dos... Nosotras, no".
España no tiene centímetros. Ni músculo. Le faltan gigantes. Pero rebosa talento. Y seguidores: su victoria sobre Rusia fue seguida por más de 840.000 espectadores: "En los tres últimos años, la gente ha empezado a apoyarnos más. Se ha enganchado porque ha visto que tenemos nivel. Pero, sobre todo, porque nunca nos rendimos ni damos un partido por perdido. Luchamos hasta el final. Por eso se identifica con nosotros". Contra Rusia, España ganaba a diez segundos del final. Pero las rusas, las favoritas, empataron. No cundió el pánico. En tres segundos, Amaya Valdemoro anotó un triple desde el centro del campo y corrió eufórica hacia la canasta adversaria, saltando exultante de alegría. Luego, se tiró al suelo. Nadie la podía levantar. Los árbitros habían anulado el tiro, fuera de tiempo. Habría prórroga.
"Estoy muy orgullosa de cómo reaccioné, de cómo controlé la ansiedad. Me sorprendí a mí misma diciéndome: "Tranquila, contrólate", cuenta Amaya Valdemoro, acostumbrada a la responsabilidad del tiro ganador, pero que ha tenido que trabajar con un psicólogo para superar sus manías y supersticiones: "Llegué a jugar todo un Europeo con los mismos calcetines".
Ante Rusia, tanto trabajo dio sus frutos: con sus cuatro compañeras abiertas en las esquinas, intentando separarse lo máximo posible para atraer a sus marcadoras, Amaya Valdemoro, las medias hasta las rodillas, penetró, amagó el tiro ante tres rivales, hizo un reverso y anotó. "Odio perder. Si sé que voy a perder a algo, no juego", explica.
Amaya Valdemoro ha acumulado tantas canastas brillantes, tantas actuaciones espectaculares -como ante China, en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, cuando anotó 22 puntos en el primer cuarto-, que ha alcanzado el rango de estrella: "Me siento una privilegiada. Otras se entrenan igual que yo y no tienen el mismo reconocimiento". El pais
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