Los Juegos Olímpicos han
terminado, pero no el Diario de un Cazalegueño en Pekín. Aquí tienes la
continuación de la historia de este aventurero
Los días en Pekin han sido
agotadores: A las 5 y 5 de la mañana suena el despertador del móvil: pí,
piribiribiribí, piribiribiribí, pirib-, y le apago. 5:30 en la entrada del
comedor, la chica me pregunta el número de habitación: chú, lín, líu (906). Los
primeros días se lo tuve que repetir, pero luego me entendía perfectamente, no
sé si porque yo aprendí a pronunciarlo bien, o por que ella se lo sabía de
memoria. Fruta con yogur, un poco de arroz frito con una salchicha de pollo,
quizá una tortilla de setas y jamón york y un café con leche con tostadas. Ese
rato es el que aprovechamos para intercambiar información, entre los diferentes
grupitos, acerca de lo que hicimos la tarde-noche anterior: dónde son más
baratos los relojes de imitación, la seda, a qué hora cierran tal monumento o
en que restaurante ponen chuletones de Avila.
6:10 paso del control de
seguridad a la salida del hotel, porque desde la puerta un autobús nos lleva
directamente hasta dentro del recinto del trabajo. Llegamos a las 7 menos algo
y salimos de allí de vuelta al hotel en el bus de las 17:00. Entonces empieza
la vida en Pekin, que consiste en caminatas de horas para llegar a donde vayamos
esa tarde, que en realidad está a dos manzanas de la salida del metro
(pero las manzanas en Pekin son como calabazas). Luego buscamos un sitio
para cenar, preferiblemente donde veamos que hay muchos chinos, o al menos que
no haya extranjeros, porque nos parece que ahí estara mejor la comida y no nos
clavarán mucho. Menos un par de veces eso funcionó. Llegada a casa entre las 11
y las 12. Antes de ir a dormir nos vamos a comprar un helado a unos chinos de
al lado del hotel. La dependienta es una chica superestirada que no hace la
menor concesión a nuestros intentos de hacernos los graciosos; nos da la vuelta
lánguidamente y ni siquiera contesta a nuestro "tsái tián" (adiós);
Al final, cuando nos veía llegar, se levantaba (solía estar sentada al fresco
con unos amigos) y sacaba directamente el helado que siempre tomaba mi
compañero; para el mío se esperaba porque yo elegía uno diferente cada vez.
A la mañana siguiente, sin
importar lo que ocurriera la noche anterior, todo volvía a empezar, como en el
día de la marmota, con el mismo sonido: pí, piribiribiribí, piribiribiribí,
pirib-,
Un día nos tomamos una ceveza de
las grandes por un yuán (10 céntimos)
Una noche vimos cometas de luz.
Las ponen una pila y unos leds y las suben, por la noche, según dicen, hasta
mil metros. Vimos a unos abuelos volando cometas en un paso elevado sobre una
avenida del sur de la ciudad. Le pedí a uno que me dejara sujetar la cuerda, y
no veas como tiraba la condenada. Tenían el hilo en un carrete profesional.
Una tarde estuvimos en el mercado
de la seda.
Otra en el palacio de verano.
Luego cenando en los comedores de la Universidad de Pekin: alrededor del comedor
tienen diferentes "negocios" donde comprar la comida; cada una de su
tipo y precio. Se paga con tarjeta de estudiante, cosa que no supimos hasta
tener la comida en el plato; tuvimos que pedir ayuda a un alumno para que le
cobrasen de su tarjeta, y nosotros darle el dinero.
En la ciudad prohibida. (La
vanidad, extravagancia y miseria del poder no tiene época ni lugar, solo
peculiaridades)
En la colina del carbón. Un día
claro se debería ver todo Pequín. (no se si alguien lo habrá podido comprobar)
En la pagoda blanca.
En el electronic market. Aquí
sólo es barato lo de fabricacíon nacional (que en general deja bastante que
desear)
En la calle comercial. Al lado es
donde tienen los pinchos de escorpión, de caballitos de mar, de crisálidas y
otras exquisiteces.
En Quiánmen. De aquí hacia el sur
se han "inventado" una supercalle comercial que todavía no funciona
(seguramente no les ha vagado, por el lío que han tenido)
En los hutones. Llenos de gente
humilde y pobre (muchas veces dentro de la miseria) Da la impresión de haber
retrocedido en el tiempo a nuestra infancia ( a la mía) o más allá. Piel
oscurecida del sol, aspecto sucio pero sin estarlo, viejo pero sin serlo, algún
diente oscuro de metal... Los niños juegan en la calle vociferando o mientras
cenan un cuenco de sopa que les acaba de dar su madre. Una familia entera cena
también a la puerta de su negocio en una mesa diminuta o improvisada con unas
cajas. Uno se levanta al vernos pasar,cuenco y palillos en las manos, para
intentar vendernos uno de los grillos que tiene en jaulas de paja (o algo así)
entretejida. Promiscuidad de mercaderías, paraiso del trapicheo. Pedimos unas
cervezas y nos quieren cobrar 75 yuanes. 10 metros más allá pagamos 12 por lo
mismo.
En los mercados (nos compramos
una fruta de color morado por fuera, blanca con semillitas oscuras por dentro,
ligeramente dulce. Creo que las hay iguales en el mercado de la
boquería).Suelen ser, los de los hutones, bastante oscuros y sucios, pero hay
de todo.Un poquito de cada cosa, pero de todo: tomates, brocoli, acelgas,
pepinos, lechuga, pimientos, melón, sandía, manzanas con sabor a pera...(todo esto
en variedades más o menos diferentes de las que conocemos). Pollos, peces,
tortugas, anguilas, ranas (así de gordas) Todo esto vivo, te lo defuncionan en
el acto. También he visto vender carne de cerdo en la calle: cortando trozos
pequeños de otro mayor (quizá más temprano era media canal) que cuelga de
un gancho.
En cualquier lugar de la ciudad
puedes encontrarte con grupos de gente bailando, alguien pone música con un
altavoz grande y la gente baila como en su pueblo. Otras veces alguien dirige y
el grupo se organiza en filas y columnas que se mueven al compás; también he
visto música en directo de tambores y platillos, en este caso parecía que eran
de una peña de la tercera edad que ensayaban para un desfile. Los grupitos más
pequeños puede que no tengan música, en ese caso la maestra tararea mientras
ejecuta los pasos con los brazos en el aire y sus dos o tres alumnos tratan de
imitarla.
Que viniera Silvestre, mi hijo, tambien costo lo suyo. Se necesitaba, para
su visado, el billete de avión y una reseva de hotel. Esto ultimo lo supe con
el tiempo justo de pedirlo en mi hotel ( en el trato que había hecho TVE se
incluía la posibilidad de un invitado con desayuno) En recepción me dijeron que
para darme la reserva necesitaban una autorización de mi manager. Llamada al
manager, que a su vez llama y manda emails al encargado general y a la jefa de
recepción. Por la noche del último dia posible(al siguiente hay que recoger el
visado en Madrid con el tiempo justo de llegar al aeropuerto) tengo un papel para
escanear y mandar por internet a Madrid. Por suerte todo funcionó.
En ningún momento de los juegos me di por vencido respecto a sacarme el carné
de conducir en China. Un compañero me dijo un día que un cámara lo tenía, que
se lo había traído de España. Me pareció increíble, pero no imposible. Al día
siguiente le pregunté: lo que tenía era el carné internacional; yo también,
pero es inútil aquí, le dije. Entonces me contó que los entrenadores de
ciclismo lo habían conseguido ( son los que conducen el coche del equipo ).
Ále! a preguntar al comentarista de ciclismo; llamada de éste y al rato me dice
que el entrenador español que lo tenía ya está en Madrid pero que le han dicho
que se lo sacó, rellenando un formulario en un sitio cerca de la villa olímpica.
Otro día para preguntar en información que dónde está ese sitio donde se
rellena el formulario. Ahí me dicen que vaya a la oficina de la EBU (European
Broadcasting Union). En el mostrador de la EBU pregunto por lo de la
"chainis draiver laisens", y me dicen: (no me lo podía de creer) que
una fotocopia del español y dos fotos de carné, pero que vuelva mañana que no
está la que lo lleva. Parecía que lo estaba rozando con los dedos.
La del día siguiente me alejó un
poco el caramelo: necesitaba ( además de lo que sabía de el día anterior) una
autorización de mi mánager ( desde aquí tengo que decir que nunca perdió la
paciencia conmigo con la lata que le dí), una taducción al chino de mi carné, y
unas cuantas fotocopias más ( en color todas ) Con la ayuda de un compañero de
producción (que hizo la traducción y rellenó y envió el formulario ) y otro de
informática (que escaneó todo lo necesario), parecía todo resuelto: cuestión de
esperar un par de días (justo los laborables que quedaban de olimpiadas) y acercarme
a recogerlo a una oficina que había instalado el gobierno en un hotel del que
me dieron la dirección.
En la oficina dos funcionarios;
uno de uniforme, de aspecto sombrío y otro, el que atiende, que habla inglés y
me pregunta que para que quiero el carné, que en China es peligroso conducir
para los extranjeros; yo me hice un poco el longuis y le dejé que estampara
unos cuantos tampones en unos papeles y que pegara mi foto EN UN CARNÉ EN
CHINO. Por segunda vez no me lo podía de creer, cuando veo que plastifican el
documento y me lo dan, junto con un librillo de instrucciones con las
peculiaridades chinas sobre la conducción y otras recomendaciones prácticas.
Casi le doy dos besos, pero mantuve la compostura que requería la ocasión y
salí dándole las gracias en chino, sin que se me notara nada en la cara.
Ciudad prohibida
 Guardia en Tiananmen
 Carné chino

La Opera de Beijing

Silvestre en huton

LOKOS X EL BALONCESTO FEMENINO
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