Poesía. No hallaría mejor palabra que ésta para definir lo
que representa Alba Torrens sobre una cancha de baloncesto. Su exquisito trato
al balón sólo podría ser descrito por un poema de Bécquer. Con singular mimetismo
se reflejan en ella la naturalidad y cercanía de los endecasílabos de Machado.
Empero son los versos de Benedetti los que con mayor exactitud perfilan y
conjugan las características de Alba: sencillez, ausencia de dobleces,
pulcritud alejada de refinadas estridencias, comedido entusiasmo, humildad,
madurez.
Como Rudy Fernández y su hermana Marta, como el madridista
Llull o como los prometedores hermanos Tomàs, esta escolta es hija de la
prolífica cantera del baloncesto balear. Se inició en Escoleta de Inca, en
minibasket, donde captó la atención de los técnicos que la convocaron para la
selección balear. Su progresión la llevó hasta el San José Obrero, pero sólo
sería una parada intermedia hasta llegar al Siglo XXI de Barcelona, una especie
de centro de alto rendimiento que recluta a los mejores talentos jóvenes y les
facilita una formación deportiva sin descuidar los aspectos sociales y
académicos.
En el verano de 2006, Alba hizo las maletas con destino
Vigo, quizá el punto peninsular más alejado de su Binissalem natal. Sin
completar el ciclo de cuatro años en Siglo XXI, y animada por sus entrenadores
y su familia, afrontó el reto de competir en la máxima categoría. Allí
entrenaba Miguel Méndez, quien ese mismo verano la había dirigido en el Europeo
Junior de Tenerife que se adjudicó España. Suponía un triplete para Alba, que
en los dos veranos anteriores se había proclamado campeona de Europa cadete,
acaparando los galardones como mejor jugadora de ambos torneos.
Y en Vigo comenzó a rendir en cuanto le dieron la
oportunidad. Su talento desbordante, su sentido de equipo, su inquebrantable
humildad y la extendida calidad humana en el seno del club gallego, una
verdadera familia deportiva, han resultado los ingredientes precisos para que
el futuro se haya hecho presente. Alba ha pasado a ser referencia, no sólo en su
club, sino en la liga, al poco de estrenar la mayoría de edad. Grandes equipos,
como Ros Casares, ya lanzan sus adinerados tentáculos sobre ella.
Anotación, sentido colectivo, rebote, pase... El tiempo simula
detenerse cuando controla el balón. Verla jugar cada fin de semana bien
merecería una canción desesperada, aunque no fuera de Neruda.
ÁLVARO LLORENTE
NUEVA ALCARRIA |